Zigzag RAEE. Reciclaje de componentes electrónicos para las artes gráficas
Entidades involucradas: Programa Nueva Oportunidad / Cooperativa Tau RAEE / Estudio Valija / Polo Tecnológico Rosario / CONICET / Medios Expresivos, licenciatura en Diseño Gráfico FAPyD UNR
Rosario, Argentina 2024
Exploramos cómo fragmentos de computadoras, accesorios de viejas impresoras y monitores pueden ser transformados en herramientas manuales para las artes gráficas.
Desarrollamos prototipos que testeamos con distintas comunidades, una serie de intervenciones participativas entorno a la estampa de carteles tipográficos. Un zigzag que pretende trazar otros itinerarios en la ciudad para desplegar una cartografía del deseo donde la palabra es convocada.
Talleres en Cueva Cultural, Programa Nueva Oportunidad
CONSTRUYENDO RODILLOS XILOGRÁFICOS CON COMPONENTES ELECTRÓNICOS
Rodillo para xilografía construido con fragmentos de CPU, monitor e impresora matríz de punto
CONSTRUYENDO RODILLOS IMPRESORES MANUALES CON FRAGMENTOS DE IMPRESORAS DIGITALES
Rodillo impresor construido con fragmentos de impresora y máquina de tejer industrial
ESTAMPANDO CON TIPOS MÓVILES
Taller de estampas con Cooperativa de Trabajo Tau RAEE
CORTANDO RODILLOS
Fragmentación rectifucación en los talleres de CONICET Rosario UNR
CONSTRUYENDO LETRÓGRAFOS CON COMPONENTES DE PANTALLAS
Letrógrafo construido con material acrílico extraido del interior de monitores
Obsolescencia reprogramada
En algún lugar del mundo, máquinas y fábricas automatizadas producen plásticos y piezas para ensamblar computadoras, impresoras y otros dispositivos. Se consume una gran cantidad de energía para fabricarlos y distribuirlos, hasta que llegan a nuestros puertos y puntos de venta. Allí, los compramos y, con suerte, los usamos durante unos cinco años. Eventualmente, esos artefactos se desechan, y si hay suerte, terminan en contenedores de reciclaje. Cirujas, empresas y cooperativas recuperan los componentes que aún tienen valor, mientras el resto se entierra en rellenos sanitarios, gastando más energía y postergando al infinito su descomposición.
Nosotros intervenimos antes de ese final. Rescatamos piezas que pueden transformarse, extendiendo la fecha de su obsolescencia programada. Es una poética de la nueva oportunidad para los materiales, encontrando nuevos propósitos, aprovechando la energía latente para convertirse en algo nuevo, con otros usos y significados.
El grado cero de la estampa
Vamos a imaginar un origen. En la orilla de un arroyo, un grupo de protohumanos recolecta alimentos en un paisaje donde la vegetación es escasa debido a la época del año. Entre las rocas, una hembra sostiene a su cría con cuidado. La deposita sobre un lecho de hojas secas y se acerca al agua, que fluye escasamente. Si fuera un animal de hocico alargado o mandíbula prominente, bastaría con inclinar la cabeza hacia el arroyo para saciar su sed, pero su rostro es plano, y aunque sus labios son carnosos, no logra beber acercándose de esa manera. Entonces, extiende sus manos y las junta en forma de cuenco, logrando así acceder al agua y ofrecerle un poco al pequeño homínido. En ese gesto, los humanos descubrimos el concepto del jarro, la olla, el contenedor. De esta forma, nuestra especie adquirió la habilidad de transportar líquidos. Más tarde, amasamos el barro y, con el tiempo, algunos lo asociaron al fuego, creando cerámica. Hay algo profundamente biológico e instintivo en juntar las manos, un gesto que, con el tiempo, se transformó en una habilidad cultural transmitida en la creación de herramientas.
Quizás en el mismo arroyo, en un tiempo similar, una mujer tiene su primera menstruación. Al pasar la mano para limpiarse, seca la sangre en una roca cercana. El grupo, al observar, se encuentra con algo sorprendente: una marca de líneas rojas verticales queda impresa junto al agua. El origen de la imagen fijada sobre una superficie se remonta también a un gesto corporal, a un acto instintivo que antecede la creación de herramientas para dibujar, diseñar y plasmar imágenes.
Quizás sea aquella memoria a la que apelamos cuando en la primera infancia marcamos nuestra mano o rayamos garabatos en las paredes o dejamos surcos en la arena. ¿Podemos pensar en las manos estampando y en forma de cuenco como el grado cero del diseño humano? Hay algo en la genealogía de las herramientas que nos remite al cuerpo, sin embargo, por momentos parecemos olvidarnos de esa intrínseca conexión. Quizás la imagen digital y sus medios automatizados de imprimir nos están distanciando demasiado del resto de los sentidos y sea la estampa manual un modo de reconectar con todo aquello.
Naachec. Taller en lengua Qom, CC El Obrador, Rosario